No dialogues con un imbécil

La mesa camilla como tradicional sistema de abrigo y diálogo.
No dialogues con un imbécil, te pondrás a su nivel y te ganará por experiencia

domingo, 22 de mayo de 2011

Rafael Tarragó Garcia





Es increíble como cambian los tiempos. Hoy en día es impensable pensar que uno de nuestros actuales escolares pudiese escribir dentro de 40 o 50 años un texto de agradecimiento a su maestro o maestra, como el que has escrito sobre Doña Guillermina. Si bien es cierto que la relevancia de la figura docente en nuestra sociedad ha sufrido un descalabro brutal, de la que en parte somos culpables todos (el sistema educativo, los docentes, las familias,…), también es cierto que es muy difícil encontrar personas tan excepcionales como Doña Guillermina. Sus valores, su humanidad, su gran corazón (“Corazón” era otro de sus libros predilectos), su amor por una profesión a la que se dedicó en cuerpo y alma (sin que una dictadura pudiera evitar que la volviera a ejercer), todo eso nos dejó como legado.

Yo no tuve la suerte de tenerla como maestra, pero aún recuerdo la ilusión que me hacía durante las vacaciones de Navidad o Semana Santa que me preguntara las capitales de todos los países del mundo o hacer con ella algún dictado de “Platero y yo”.

Natividad, te agradezco enormemente que aunque hayan pasado los años, recuerdes con tanto cariño la figura de mi abuela. Sin duda, en tus palabras de agradecimiento es fácil reconocer la impronta que dejó en ti mi abuela Guillermina.