No dialogues con un imbécil

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viernes, 22 de abril de 2011

Doña Guillermina, de Natividad García Pardo

En estas fechas en las que se celebra "el dia de la mujer trabajadora", no puedo dejar de pensar en tantas mujeres que vivieron en una época muy distinta a la que vivimos ahora.

Era una época en la que la mujer pasaba de la tutela del padre a la del marido y en la que no tenían ni voz ni voto.
Pienso en nuestra juventud, mas o menos somos de la misma edad, y ver que entonces celebrar este día era imposible me hace reflexionar lo mucho que hemos conseguido.

Los derechos de la mujer brillaban por su ausencia. Pero las mujeres de Pozo Estrecho de nuestra época y muchas mas, tuvimos la gran suerte de tener una gran persona por maestra. Una mujer que era una adelantada para su tiempo: DOÑA GUILLERMINA.

Una mujer excepcional donde las haya. Creo que todas las niñas que tuvimos la gran suerte de ir a su clase dirían lo mismo.

Ella fue una mujer liberal y a la vez profundamente religiosa. Si la mayoría de nosotras tiene una gran afición a la lectura se lo debemos a ella que nos inculcó ese AMOR y digo amor con mayúsculas porque ella todo lo hacia así, con AMOR.

En las clases, a la hora de hacer dictados, la mayoría de ellos eran capítulos del libro "Platero y yo ", de Juan Ramón Jiménez. Fueron tantos dictados que nos los sabíamos de memoria.

Ella nos hizo mejores personas. Nos enseñó urbanidad, a querernos entre nosotros, a no guardarnos rencor, a ser verdaderas amigas. También el gusto por la poesía. Nos hacía leerlas tantas veces hasta que las comprendíamos. Le gustaba hablar, mientras bordábamos por la tarde, de la vida que llevaríamos cuando fuéramos mayores, o como poner la mesa cuando tuviéramos invitados, como decorarla. También algunas recetas de cocina, hacer labores, manualidades, y muchas mas cosas.

Pero sobre todo nos enseñaba a que no debíamos ser mujeres de adorno. Que teníamos unos derechos y un corazón libre.
Siempre recalcaba que teníamos que pensar que seriamos compañeras de nuestras parejas y no esclavas sin pensamientos propios. Y eso era muy fuerte para los comienzos de los años sesenta.

Estaba muy concienciada de ayudar a los demás. Casi obligaba a sus compañeras a hacer teatro con las alumnas para recaudar dinero para las misiones de Africa y presentaba seis o siete números distintos con todas las niñas de su clase y de otras clases. Después de muchos ensayos y trabajo por su parte y a pesar de su delicado corazón salían unas obras de teatro preciosas. A esto también nos aficionó, pues nos contagió su gusto por el teatro y ya de mayores algún grupo de alumnas suyas hicimos bastantes obras clásicas. Aún conservamos la afición.

Otra de las cosas que nos enseñó y no se nos ha olvidado es que al empezar a escribir en una libreta o cuaderno debíamos hacer una pequeña cruz en la cabecera de la hoja.

Y nos inculcó un lema que siempre nos recordaba: "QUERER ES PODER, EL SURCO PREPARADO ESTÁ".

Fue una persona tan detallista y cariñosa, que después de casadas, si había una muerte en la familia o la alegría de un nacimiento, ella te escribía una carta y en el sobre ponía el nombre de la destinataria y .... "mi discípula".

Tanto le gustaba la lectura que cuando dejamos la escuela su regalo fue el libro de "Platero y yo ", a cada una de nosotras.

No quiero contar mas cosas pues habría muchísimas mas de como nos marcó nuestro paso a su lado.

Lo que si quiero decir, con muchísimo orgullo de haber sido su alumna, que fue una mujer extraordinaria por cuanto hizo por las mujeres de nuestra generación.

Para ella, con gratitud, admiración y cariño, GRACIAS DE TODO CORAZON

                                                                                                Tus discípulas
                                                                                         Natividad García Pardo

                                               (Bonito texto y fiel, transcrito literalmente del que que Nati ha entregado)



                                                        La clase de su compañero, también gran maestro, Don Joaquín.

1 comentario:

  1. Es increíble como cambian los tiempos. Hoy en día es impensable pensar que uno de nuestros actuales escolares pudiese escribir dentro de 40 o 50 años un texto de agradecimiento a su maestro o maestra, como el que has escrito sobre Doña Guillermina. Si bien es cierto que la relevancia de la figura docente en nuestra sociedad ha sufrido un descalabro brutal, de la que en parte somos culpables todos (el sistema educativo, los docentes, las familias,…), también es cierto que es muy difícil encontrar personas tan excepcionales como Doña Guillermina. Sus valores, su humanidad, su gran corazón (“Corazón” era otro de sus libros predilectos), su amor por una profesión a la que se dedicó en cuerpo y alma (sin que una dictadura pudiera evitar que la volviera a ejercer), todo eso nos dejó como legado.

    Yo no tuve la suerte de tenerla como maestra, pero aún recuerdo la ilusión que me hacía durante las vacaciones de Navidad o Semana Santa que me preguntara las capitales de todos los países del mundo o hacer con ella algún dictado de “Platero y yo”.

    Natividad, te agradezco enormemente que aunque hayan pasado los años, recuerdes con tanto cariño la figura de mi abuela. Sin duda, en tus palabras de agradecimiento es fácil reconocer la impronta que dejó en ti mi abuela Guillermina.

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